jueves, 7 de julio de 2011

LIBERTAD DE PALABRA


GOLPEARON NUESTRA FE. Y AHORA QUÉ?
* El robo de la Santísima Cruz de Motupe.

El pueblo peruano es uno de los más católicos del mundo, que ha hecho de la fe un refugio ante las adversidades y los tiempos grises, tan comunes en esta presurosa época. Hasta el propio Juan Pablo II, reconoció esta característica que tienen pocos pueblos del planeta. Y eso debe ser un motivo de orgullo para todos.

Desde tiempos antiguos, el peruano ha necesitado esa fe como impulso para seguir un camino, como respaldo para alcanzar un objetivo o como amuleto para sentirse protegido. Por eso, hablar de fe no sólo es hablar de un rasgo distintivo, sino de un modo de vida.

En la región Lambayeque, la fe está representada en muchas celebraciones y varias formas, entre las que destaca la Cruz de Motupe, un santo madero que protege a los lambayecanos desde el cerro Chalpón.

Esta cruz de madera, según la tradición, fue confeccionada y ocultada por el padre franciscano Juan Agustín de Abad, para que la población de Motupe la busque y la venere. Luego de infructuosas búsquedas, el 5 de Agosto de 1868 un joven poblador encontró la cruz incrustada en una gruta en lo alto del cerro Chalpón. Desde entonces, la Santísima Cruz es venerada por la población y su fama milagrosa se extendió a todo el Perú e, incluso, a nivel internacional.

Esta semana, un atentado a nuestra fe sacudió a todo el país, en especial al pueblo de Motupe. Aquella milagrosa cruz, había sido robada.

Este atentado representa un golpe muy duro a las creencias de la mayoría. Si ese último refugio, donde el peruano encuentra un momento de paz, ha sido violentado, qué se puede esperar ahora?. Si bien aún vivimos en una sociedad donde la violencia y las prácticas delincuenciales, ya no sorprenden, creíamos que ciertas cosas podrían mantenerse intangibles, incluso para los ladrones.

El robo de la cruz nos deja una sensación de desamparo y una confirmación de la falta de respeto hacia lo único que nos quedaba segura, nuestra fe.

La indignación es inmensa y el pedido de castigo es justificado. A estos ignorantes, Dios se encargará de darles una lección. Les caerá, por un lado, todo el peso de la justicia divina; y, por otro, se les tendrá que aplicar la ley terrenal. Pero cuando eso ocurra, sentiremos que será suficiente?

No alentamos a la violencia y, desde ahora, pedimos calma a la población, pero no estaría mal organizar una ceremonia pública, donde el pueblo les dé la espalda a estos desadaptados. El rechazo de todo un país, puede pesar más que un par de años en prisión.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

me dio tristeza, esa gente si no respeta a Dios no respeta s nada

Carlos Jiménez dijo...

Ningun castigo sera suficiente, eso no se hace con la fe del pueblo.